Nadie se habría atrevido a vaticinar que, después de aquel tremendo huracán, el único árbol que iba a quedar en pie en todo el bosque sería aquel pequeño pinito de finas ramas y tronco enclenque. Nadie jamás habría apostado por él. En un bosque lleno de potentes robles, juncos, palmeras y encinas, nadie habría cometido tal insensatez. Pero, al igual que las cosas importantes de la vida, la verdadera fortaleza es invisible a los ojos, y bajo tan insignificante pino de finas ramas y tronco enclenque, se desplegaba todo un universo de gruesas, largas y centenarias raíces, que nunca lo habrían dejado doblegarse como a los demás
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